Una cueva, materia del tiempo
Punto de partida
Una dimensión espacial y temporal diferente a la habitual.
Se suceden torsiones, banderas, agujeros, curvas, pliegues, infinitas formas talladas por el movimiento del agua. Las recorro con ojos y pies atentos.
Las estalactitas y estalagmitas, que tardan miles de años para crecer apenas algunos milímetros, los sedimentos que testimonian momentos de ocupación humana, dibujos, signos indescifrables, colores y reflejos de los depósitos minerales; y en particular, la galería de los discos en la cueva El Castillo, atrapan mi mirada. Son más de cien puntos rojos pintados en líneas que no puedo interpretar y sólo robo tres para mí. Son mis tres puntos suspensivos ( ... )
Me dejo llevar por recuerdos de la infancia: curiosidad por la arqueología y la geología. Sin embargo, esta fascinación queda interrumpida por una pregunta y el proyecto se escribe a partir de ahí, casi como un ejercicio de sismografía personal.
Los materiales: tiempo, luz, reflejos, colores, papeles, sonidos, palabras, equívocos, cuerpo.
¿Qué y cómo decirlo?
Una cueva, caja de resonancia
( ... ) Y oh J OY
Una pregunta me inquieta. Es un eco que no se apaga. Me despierta.
¿Cómo, cómo dar espesor al hoy?
Fugaz, huidizo, no puedo detenerlo. No sé.
Yo, hoy, no sé ...
Busco en sedimentos del pasado y fracaso.
Intento escribir lo que se escapa y me escucho decir: "YOY"
Sorprendida, ese lapsus me anima: YOY ... "Y (oh) OY" ... "Y (J) OY".
Sin esperar, sin saber, lo abrazo.